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Arquitectos: Egue y Seta
- Área: 180 m²
- Año: 2013
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Fotografías:Victor Hugo
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Proveedores: BANDALUX
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Desde fuera, el rayado de lamas madera interrumpe la visión de un seto verde y un frondoso bosque. ¿Son acaso reflejos del exterior sobre las ventanas que componen la fachada principal de la casa? ¿O son transparencias?
Entramos al este antiguo local comercial, transformado en vivienda por una puerta doble de madera maciza de iroco barnizado con herrajes en hierro chorreado, forjados en los talleres propios del dueño de la vivienda; y apenas ponemos un pie sobre el cálido entarimado de roble crudo, nos topamos con una “pecera” sin peces en la que flotan retoños de vegetación. No hablamos de los típicos juncos de bambú, ni del ya tradicional jardín interior tipo Zen, sino de un jardín con especies locales de arbustos de diferente altura sobre un lecho de corteza de pino bañados por una cascada de luz que emana de una falsa claraboya. Alrededor de este jardín: Toda la casa.
A su izquierda, excavado en los cimientos del edificio, encontramos el salón, con escalones sobredimensionados sobre los cuales han dispuesto un elegante sofá en forma de U, empotrado y tapizado en terciopelo color cemento. Sobre él una ecléctica pero sutil mezcla de cojines de diseño: tejidos a mano por la abuela, comprados en tiendas de segunda mano, o en portales de decoración on-line. Desde el salón miramos el jardín interior; el exterior, a través de un inmenso ventanal recubierto por una persiana vertical con lamas de roble macizo; y en dirección opuesta, la zona de comedor y cocina de la cual nos separan apenas un centímetros de distancia, aunque se encuentre a otro nivel.
En el comedor, la formidable mesa Bedrock Plank A de la casa Riba 1920 se ve rodeada por las atemporales sillas Eames sin brazos en color hormigón y todo el conjunto es iluminado por dos atajos de bombillas de tipo balón transparente que se descuelgan de un techo industrial de vigas metálicas vistas, todo teñido de un profundo gris marengo. A su derecha una motocicleta de colección, única y restaurada por la familia.
Tras el comedor, la cocina técnica e industrial, que ofrece una imagen limpia y sofisticada gracias a las grandes superficies verticales de acero inoxidable que la componen, al mismo tiempo se abre cálida y acogedora, proponiendo naturales encimeras de madera tratada, ideales para la preparación de la comida, la bebida y los momentos a menos que pide a gritos este espacio.
El brillo metálico mimetiza electrodomésticos de última generación: frigorífico americano con “cellar” (Liehber), cafetera de grano molido integrable, placas de inducción inteligentes, planchas “tepan yaki”, campanas de filtro carbónico, estación de lavado, secado y planchado (AEG) e incluso un tendedero interior con drenaje y ventilación asistida.
Tras puertas correderas de cristal una alacena transparente, en la cual se encuentran almacenados pero vistos, “delicatessen” locales, especies frescas, y vinos; todo iluminado por proyectores orientables de carril y sobre un fondo de pizarra y trazos de tiza. Sobre la isla central que es a la vez mueble de almacenamiento de menaje y zona de preparación cuelgan dos lámparas “Lindse” de Francisco Segarra y a su alrededor 5 taburetes metálicos “Bofinger” de la misma casa, convierten la superficie en barra o desayunador.
Bordeando de nuevo el salón, esta vez por su flanco izquierdo, recorremos una pasarela de hormigón sobre la que han sido empotrados tres potentes haces de luz que bañan de forma rasante una pared desnuda de ladrillo artesanal. Al final de ésta nos topamos con una hoja de batiente de roble macizo, sin cerrojo ni tirador, que funge como puerta “siempre abierta” hacia las estancias más íntimas de la casa.
En la habitación, la cama y su cabecero destacan por su diseño honesto y su inaparente complejidad. No obstante, la pieza fabricada a medida en roble natural y rejilla de alcantarillado, es a la vez canapé, mesa de noche, cabecero iluminado, tabique divisorio y armario zapatero en su cara posterior. Tras él, un vestidor de líneas puras y fabricado en laminado gris se refleja sobre un espejo de camerino de cuerpo entero, y ofrece a su vez, sobre un suave revestimiento de moqueta a juego, el espacio de almacenamiento y asiento suficiente para satisfacer las necesidades de una pareja que disfruta de vestir bien y coleccionar zapatillas deportivas. A un lado de la cama, un sofá de dos plazas tipo Chesterfield de piel color tabaco y capitoneada (Francisco Segarra) es coronado por dos cabezas de reno textiles (Luzio) que son auténticos trofeos de decoración. Tumbado sobre las colchas de lana cruda que cubren el colchón, podemos mirar películas proyectadas sobre una pantalla retráctil que de lo contrario se esconde en el falso techo de madera para dejar ver el jardín central a través del cuarto de baño principal.
Aquí, la intimidad se redefine y está supeditada a la soledad, a cambio se ofrece el goce que proponen las vistas sobre el jardín central, la iluminación natural y la sensación de amplitud del espacio. La planta alargada y rectangular que define el cuarto de baño principal, se distribuye de forma simétrica para ofrecer dos inodoros, y dos zonas de tocador independientes, separados por un amplísimo plato de ducha de común, sobre el que llueve un rociador enrasado a nivel de techo de gran dimensión. En su parte posterior un banco de hormigón encofrado alberga la grifería de acero inoxidable (Cosmetoda) y atraviesa las mamparas de cristal para convertirse, a cada lado de la ducha, en encimeras de lavabo. Sobre ellas, piezas circulares de porcelana (roca) en forma de cuenco y grifos de sobre encimera de acero inoxidable conforman el tocador, conjuntamente con espejos que se descuelgan desde el techo y flotan sobre la gran ventana que mira hacia el jardín. Los inodoros suspendidos (roca) y sus pulsadores han sido empotrados en paramentos verticales revestidos en azulejo rectangular biselado estilo metro para aportar carácter urbano.
Atravesando la habitación, el pavimento de madera nos guía hacia el lado opuesto de la vivienda, y este corredor de roble a penas barnizado, ya hacia el final del recorrido se convierte en escritorio gracias al cambio de nivel que volvemos a encontrar en el suelo en el área del despacho y la sala de estar. Aquí no son los techos los que se alzan, sino los suelo de hormigón los que se hunden para conseguir una sensación de altura y amplitud sumamente agradables. La blancura y neutralidad de las paredes circundantes se ve interrumpida por un plano rechapado en acero corten que añade profundidad y textura al conjunto y que dialoga a nivel cromático con los sofás artesanales de asientos de piel y respaldo de lana gris que se han instalado sobre “palets” con ruedas. Poco más requiere esta habitación a parte de un par de obras de arte abstracto e iluminación indirecta sobre sus paredes, sobre todo, si desde ella se pueden tener de nuevo, vistas sobre el jardín y el exterior de la vivienda.
Antes de completar el giro alrededor del jardín y volver al punto de partida, el visitante quizás quiera usar el servicio: Tras una puerta corredera, y envuelto en esmaltado de arcilla artesanal, el baño de cortesía es la auténtica joya “verde” de la vivienda. Mirando directamente sobre el jardín a través de una pared cristal, podemos lavarnos las manos en un esbelto lavabo tipo peana con grifo de suelo niquelado (Muse – Catalano). El pulsador de acero se pierde en la pared trasera revestida en espejo que sirve para comprobar nuestra apariencia, pero sobre todo para traer al interior de este pequeño recinto toda la frescura y tonalidades de verde que hacen de esta casa un cómodo refugio y un salvaje un paraíso.